EL MANDARÍN Y EL LINIMENTO
Un Mandarínde Pekín que residía en Cantóny no tocaba el violín
porque tocaba elviolón
decía con presunción
y con cierto retintín que deconfín a confínde
toda aquellanación del gorro hastael escarpínerarico y trapalón.
Tenía aquel Mandarín un precioso palanquín un caballo percherón un
kimono de etamíny unpañuelo de crespón.
Tenía un vastosalón,un agradable jardín
y también unbatintínque sonaba haciendo ¡pon!
Un puñal, un espadínunalfanje, un mosquetón y un surtidobotiquíncon «Mejoral»
y algodón.Pero el pobre Mandarínabrigaba una ilusión
vercrecer el cabello o crina un estupendo melón.
Con paciencia ydiscreción exprimía su magín
y bañabaaquel melóncon un líquido o loción
que se trajo deNanking.
Más el melón malandrínablución tras ablución resistíaaquel trajín
y se quedabapelón.
El Mandarín bermellónrojo, encarnado, carmínse
tomabaun berrenchíneinsistía con tesónhasta
que un día por finelpaciente Mandarínque residía en Cantónse
pudo dar el postínde ver con pelo al melónporque
con circunspecciónfueyle puso un peluquín.
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